La mascarilla y la disonancia cognitiva

La mascarilla y la disonancia cognitiva

La mascarilla y la disonancia cognitiva

Hace tiempo que no escribía en el blog, he tenido poco tiempo por trabajo, problemas con la actualización de la web (que todavía estoy solucionando) y liado con un proyecto del que hablaré próximamente. Pero el otro día me llegó un vídeo que me motivó a escribir para retomar el ritmo habitual del blog: una psicóloga hablaba sobre “el miedo de las personas a no llevar mascarillas”. O que otros no la lleven. Una cara de la moneda. No hago una crítica al vídeo en sí, sino a las cuestiones que plantea, también se habla de un conocido experimento en que las personas se ven “más atractivas con la mascarilla”. La mente tiende a imaginar un rostro más bello ante lo que está oculto. O también puede servir para ocultar defectos.
 

Pues muy bien. Muchos “experimentos” en Psicología (y difusión masiva) tienen una finalidad poco ética o pretenden transmitir una idea, orientar hacia algo. ¿Es realmente importante (suponiendo que sea real) si nos imaginamos más atractivos con mascarilla o si puede ser un problema llevarla? Cuando lo estaba viendo, me surgió la cuestión de las personas que se adaptan mal a esta nueva situación o que les genera problemas llevar mascarilla.

La mente con mascarilla.

Si la mente tiende a imaginar un rostro más bello con mascarilla, también está hecha para reconocer las emociones observando el rostro y, obviamente, es difícil con la cara tapada. Esto hace que se dificulte la comunicación, el reconocimiento del otro, generando desconfianza entre otras cosas.
El enfásis de algunos estudios sobre lo positivo de llevar mascarilla en todo momento es la normalización de una situación anómala, o esa aberración que idearon “la nueva normalidad”. Toda esta situación me ha llevado a la idea de la disonancia cognitiva.

La disonancia cognitiva

El concepto de disonancia cognitiva (o cognoscitiva) , ideado por Leon Festinger en los años 50,
se genera ante el malestar, tensión y confusión que produce mantener dos ideas que son contradictorias o incompatibles entre sí. Este malestar motiva a la persona a reducir la disonancia: generando ideas compatibles, desechando la nueva idea, anclándose en la idea o creencia anterior o cambiando de ideas y actitud.

Una forma de reducir esta disonancia es racionalizando sus pensamientos, con el fin de que haya una mayor coherencia. Por ejemplo, una persona que hace un trabajo que no le apasiona, podría contrarrestar la desmotivación porque se ve recompensado económicamente. Pero si no es así, puede justificarlo diciéndose a sí mismo que no está tan mal y a los demás puede decirles incluso que sí, que le gusta.

Creo que la “disonancia cognitiva” es uno de los conceptos propios de la psicología más usados y útiles. En estos últimos meses he hablado mucho con otros amigos y compañeros psicólogos, sobre este concepto en estos tiempos de grandes cambios sociales….

Podemos ver distintas formas de afrontar estos tiempos confusos. Hay personas que tienen un miedo extremo a poder contagiarse, así que cualquier medida se les queda corta. La información que llega de los medios de comunicación aterra, así que es comprensible si sólo recibes ese mensaje. Si vas en coche solo y con mascarilla, no hay disonancia.

Otras personas pueden justificar las medidas desproporcionadas, algunas sin sentido (metros abarrotados para ir a trabajar pero prohibición de reuniones de x personas.) Y lo justifican ya no por miedo sino por esa disonancia cognitiva.

Y otras a las que les llega otro tipo de información, que cuestiona lo dicho en los medios oficiales (prensa, tv, pero también en internet..) experiencias personales, otras medidas de prevención de salud, pueden vivirlo como una gran disonancia cognitiva.

Si asumen la nueva versión, entonces puede ser aterrador, ya no porque los políticos mientan, sino por la propaganda de los medios, gente famosa en quien la gente confía, han estado alarmando sin cesar de una forma muy dificil de asumir.  De esta forma, la persona evita aquella información que conlleva el malestar de sentirse engañada por personas en las que confiaba (que puede ser el presentador de informativos de turno, que ya es familiar) Así que es fácil que la persona siga creyendo que lo que sale en los medios es la única realidad, que los políticos miran por nuestro bien, y que todo se solucionará con medidas más restrictivas para la libertad personal.

La disonancia se puede reducir de diferentes formas:

Modificando el elemento disonante. Cambiando la idea, creencia o conducta, cambiando el orden de prioridades, dándole menos peso o desechando las disonantes, añadiendo nuevas cogniciones o conductas que busque la coherencia entre los pensamientos y la conducta. Por ejemplo: en el caso de que el trabajo no me guste, puedo aprender algunas cosas, sociabilizar, etc.

Esta tensíon vivida en la disonancia es inevitable, aunque es importante ser consciente de la tensión que nos genera y cómo podemos resolverla o reducirla.
También podemos sacar provecho, reconociendo y siendo conscientes del conflicto interno, motivando al cambio buscando una mayor coherencia.

Ayuda a ver qué escala de valores tenemos y cuales cuesta más modificar o desechar. Esta disonancia cognitiva no sólo existe de forma individual sino a nivel grupal. Pero además de las normas sociales, uno se puede replantear, qué medidas puede tomar y sobre la alarma generada y si las soluciones propuestas son las mejores. La mascarilla sólo es un ejemplo.

 

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